Abstract

El presente artículo intenta plasmar cómo se ha llevado a cabo una práctica de actividad acuática con la intención de que se pueda derivar de ésta criterios para la intervención didáctica, y a su vez se pueda generalizar a cualquier práctica acuática que tenga como objetivo el hecho de abarcar la diversidad. A menudo la teoría que deberíamos aplicar no tiene nada que ver con la práctica que llevamos a cabo. Existe una separación que deberíamos intentar unir entre el pensamiento y la acción; dos áreas que imprescindiblemente deberían ir parejas. El caso práctico de un niño ciego y hemipléjico constituye la acción sin la cual de poco nos valdría teorizar: el protagonista es Marc, un niño de once años. A nivel motor, su conducta se ve afectada en dos sentidos: por un lado, su deficiencia visual lleva implícita una mayor pobreza gestual (sobre todo porque no puede utilizar el sentido de la imitación) y, a su vez, el hecho de tener un menor grado de movilidad en el lado hemipléjico ayuda a incrementar este menor desarrollo.
El programa que a continuación se presenta tiene una duración mínima de tres años con sesiones de 60 minutos semanales a lo largo de todo el curso escolar. Nuestro alumno no había sido anteriormente estimulado en este medio, de aquí que se parta de una familiarización para llegar finalmente a una plena autonomía.