Abstract

En el medio natural encontramos paisajes tan dispares como grandes saltos de agua, desniveles montañosos, corrientes aéreas, rincones subterráneos…, frente a otros en los que se distinguen las aguas tranquilas de un río, el deambular de las aves, un collage de colores y aromas, la percepción de los sonidos propios de la naturaleza… Es decir, se presentan espacios salvajes y agrestes ante otros que son cuna de la sensibilidad y del goce estético.
Las actividades físicas en la naturaleza que se desarrollan en estos espacios tan diferenciados son un reflejo de esta disparidad paisajística; se presentan actividades que favorecen la descarga de adrenalina y que requieren grandes dosis de esfuerzo físico frente a las que propician relajación y el sosiego como fuente de su realización.
Tras la investigación en la que hemos tomado como protagonistas a las mujeres que practican actividades físicas en este medio se ha detectado todo un mundo de sensaciones que nos han llevado a la configuración de un mapa emocional donde se recogen sentimientos como identidad, autosatisfacción, autosuperación, concentración, distensión, revitalización, intimidad… Éstos se han circunscrito en cinco categorías superiores, de las cuales dos se hallan distanciadas en la interpretación que de las prácticas las mujeres realicen. Por una parte, se muestran más próximas a comportamientos moldeados por la cultura deportiva y por otra, aquellas interpretaciones más cercanas a la búsqueda de uno mismo.
 
En las primeras se catapulta al placer sobre las dificultades y situaciones salvajes que el medio ofrece, mientras que en las segundas el placer es buscado dentro de uno mismo favorecido por la tranquilidad de la que la naturaleza es transmisora.