Imágenes del cuerpo humano

Conrad Vilanou

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Vilanou, C. (2001). Imágenes del cuerpo humano. Apunts. Educación Física y Deportes, 63, 94-104.

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Abstract

No hay duda que una de las aportaciones historiográficas más recientes ha sido la recuperación del cuerpo, cosa lógica ya que fue uno de los temas incluidos por Jacques Le Goff y Pierre Nora en el libro Hacer la historia. Junto a una serie de nuevos problemas y enfoques, aquella obra -que data de comienzos de la década de los años setenta- ofrecía propuestas a modo de presentación de nuevos ámbitos de estudio. Tal situación favoreció la proliferación de obras individuales y colectivas que tenían por objeto el estudio histórico de la imagen del cuerpo humano, referidas especialmente al periodo que va de la Edad Media hasta la modernidad. En realidad hacía tiempo que el descubrimiento del inconsciente había minado la confianza en los valores asertivos de la palabra, lo cual situó el cuerpo en el centro de los discursos. En aquella misma obra, Jacques Revel y Jean-Pierre Peter destacaron la desmemoria del cuerpo, siendo -como es- el lugar del deseo porque, en última instancia, toda palabra es deseo, toda palabra viene del cuerpo por más que “toda palabra ordenada, reflexionada, institucionalizada, se emplea en negar el cuerpo”. Desde una perspectiva histórica, es obvio que los imaginarios corporales han quedado sometidos a un universo de orden, ya sea bajo el peso del rigorismo moral o bien bajo la mirada de una aséptica objetividad científica. “El autocontrol físico ha casado perfectamente con el deseo de controlar los cuerpos de los demás para conseguir un mejor orden social y religioso-moral”. Las diferentes formas de coerción física que tanto predicamento han tenido tradicionalmente en la educación han sido repetidamente olvidadas: “una historia de la educación que se centre con exclusividad en el logro de aptitudes como la de la lectura y la escritura olvidará una de las principales funciones de las escuelas pobres, de caridad o elementales en el pasado: la imposición, la obediencia física o la educación como proceso para doblegar a los niños”. El cuerpo se ha adaptado, pues, a los usos, a las costumbres, a los vaivenes de la historia. Se puede decir que el cuerpo es el huésped silencioso de los signos de la cultura por lo que posee un alfabeto que es posible conocer y descodificar. Por consiguiente, el imaginario del cuerpo ha pasado por diversas transformaciones estando sometido, actualmente, a la lógica consumista. Con todo, nos hemos olvidado del cuerpo, de su memoria, o lo que es lo mismo, de sus evoluciones y de su presencia en el proceso histórico, circunstancia chocante cuando observamos que el cuerpo es la materialidad más contundente y, a la vez, la realidad más inmediata de nuestra entidad psicofísica. En ocasiones, da la impresión como si se hubiese actuado un tanto peyorativamente negando a lo corporal su correspondiente lugar en la historia. Situación paradójica la que se ha generado ya que si bien el cuerpo es un producto social se constata su ausencia en los discursos que, por contra, han destacado desde antiguo los valores ideológicos. La eliminación de los “lugares de la memoria” (y el cuerpo es uno de estos topos) deja a las sociedades desprotegidas e incapaces de renovar su vida cultural. Sin embargo, las llamadas del cuerpo son reclamos que se empezaron a oír a fines del siglo XIX. Ya Nietzsche denigró en el Zaratustra de los despreciadores del cuerpo. En cualquier caso, los planteamientos de la escuela de los Annales y de la historia de las mentalidades, sin olvidar los aportes de la antropología, han potenciado el resurgir de la historia del cuerpo. Tanto ha sido así que lo corporal ocupa, finalmente, un lugar privilegiado en las diferentes maneras de hacer historia, planteándose incluso líneas de trabajo -como las que formuló Roy Porter en su momento- sobre el particular.

ISSN: 1577-4015

Published: January 01, 2001