Abstract

En 1904 el Barón de Coubertin escribía en Le Figaro “Ha llegado la hora de franquear una nueva etapa y de restaurar la Olimpíada en su primitiva belleza. En los tiempos de esplendor de Olimpia, las letras y las artes combinadas armoniosamente con el deporte aseguraron la grandeza de los Juegos Olímpicos. Debe ocurrir lo mismo en el futuro”. Con este propósito, en 1906 organizó en París una Conferencia Consultiva de las Artes, de las Letras y del Deporte, a la cual asistieron unos sesenta artistas y escritores. Los reunidos propusieron al CIO el establecimiento del llamado Pentathlon de las Musas. Este consistía en convocar cinco concursos que agrupaban la Arquitectura, la Escultura, la Pintura, la Literatura y la Música, con obras inéditas, directamente inspiradas en la idea deportiva, que debían incorporarse a la celebración de cada Olimpíada. Debían iniciarse en los Juegos de Estocolmo de 1912, sin embargo, en el momento de anunciar los respectivos concursos, las academias artísticas suecas no mostraron interés en la empresa y se planteó anularlos. Coubertin no capituló y los organizó bajo su responsabilidad.