Abstract

Presentar y justificar un número de nuestra revista dedicado a la evaluación de la educación física y el deporte constituye una tarea compleja. Supone el reto y el riesgo de poner de relieve, y en términos de máxima actualidad, una de las cuestiones que más preocupan a los profesionales de nuestro ámbito, provengan éstos de la docencia o del entrenamiento. No es fácil propugnar principios, criterios, normas o tan solo opiniones bien fundamentadas sobre temas que evolucionan de forma tan rápida y que se rigen por modelos tan cambiantes.
Bien sabemos los docentes y entrenadores que existe una evaluación que en su sentido más amplio es una acción cotidiana y, si se me permite, en algunas ocasiones vulgar. Evaluamos y somos evaluados, nuestra actuación supone tal número de decisiones que resulta inevitable discriminar, es decir, valorar. Opinamos acerca de nuestros alumnos, atletas, deportistas, día a día. Alabamos o recriminamos sus intervenciones y resultados. Ellos, de forma idéntica, critican nuestra acción, nuestros métodos y procedimientos, nuestros aciertos o errores. Somos, en unos momentos el juez que emite el juicio de valor y, al mismo tiempo, sabemos que somos juzgados por nuestra propia actuación. La evaluación se convierte así en una actividad constante y recíproca en nuestro quehacer laboral.