Transición recepción-ataque en voleibol: análisis de la efectividad del remate
*Correspondencia: Ignacio Diez-Vega ignacio.diez@unileon.es
Citación
Molina-Martín, J. J., Diez-Vega, I., & López, E. (2022). Reception-Attack Transition in Volleyball: Analysis of Spike Effectiveness. Apunts Educación Física y Deportes, 149, 53-62. https://doi.org/10.5672/apunts.2014-0983.es.(2022/3).149.06
Resumen
El objeto de este estudio fue valorar la efectividad del remate del receptor delantero en función de su participación en la transición recepción-ataque y de la rotación del equipo, así como en función de la interacción entre ambas. La muestra se extrajo de 29 partidos jugados entre 2012 y 2016 por selecciones nacionales masculinas de máximo nivel mundial. Las variables estudiadas fueron: la rotación de equipo receptor, la existencia de transición recepción-ataque y el rendimiento del remate. En el análisis de datos, se describieron la media, la desviación típica y la efectividad; además de emplear ji al cuadrado de Pearson y modelos de regresiones ordinales para determinar la influencia de la transición, la rotación del equipo y la posición del colocador sobre el rendimiento del remate. El nivel de significación fue establecido en p = .05. Los resultados mostraron un mejor rendimiento en remate del receptor delantero cuando no realizó transición y el colocador se encontró en posición zaguera, especialmente en las rotaciones RT1 y RT5. También se encontró un mejor rendimiento del remate cuando se realizó la transición con colocador delantero, en relación con colocador zaguero. El peor rendimiento en remate se produjo cuando existió transición y el equipo se encontraba en RT6. Como conclusión, el rendimiento del remate del receptor delantero se ve afectado por la interacción entre la transición y la rotación del equipo en K1; ya sea estudiando las rotaciones de manera individual, o de manera integrada en función de la posición del colocador.
Introducción
En voleibol, al igual que en el resto de los deportes de equipo, se producen continuas transiciones defensa-ataque y ataque-defensa. En los deportes en los que el espacio no es compartido, dada la existencia de una red, y en los que la posesión está limitada por un número determinado de contactos, la rapidez con la que se realiza dicha transición puede convertirse en un aspecto determinante para el rendimiento. En concreto, en voleibol el tiempo de posesión está limitado a los tres contactos reglamentarios. La intención es dominar el balón en el primer contacto (fase defensiva), para poder desarrollar la fase ofensiva en los siguientes contactos (Eom y Schutz, 1992).
Las acciones técnicas que se desarrollan a lo largo de los rallies se agrupan dentro de los diferentes complejos de juego, los cuales se definen en función de la acción ofensiva que tratan de defender (Hileno et al., 2020).El complejo 1 (K1) se desarrolla comenzando con la recepción del saque y continuando con la colocación y el ataque. Estos mismos autores afirman que, al producirse después del saque y en la parte inicial de cada rally, es el más repetido durante el juego, y su rendimiento es considerado el principal indicador de éxito de los equipos de medio y alto nivel masculino (Ugrinowitsch et al., 2014).
Uno de los parámetros que determina la transición del K1 es el tiempo del que se dispone para pasar de la fase defensiva a la ofensiva. Y esto depende, entre otras cosas, de la disponibilidad del jugador para incorporarse al ataque (Ugrinowitsch et al., 2014), lo cual queda condicionado por las acciones previas y la distancia a su zona de finalización del ataque (Kitsiou et al., 2020). Este aspecto es especialmente relevante entre los jugadores que desempeñan el rol de receptor delantero, dada la doble responsabilidad de recibir e incorporarse al ataque (Lima et al., 2021), ya que su disponibilidad puede verse reducida e incluso anulada (Paulo et al., 2016); ello interfiere en la elección del atacante por parte del colocador (Marcelino et al., 2014).
Además, los equipos que juegan con un único colocador muestran seis formaciones distintas: tres con el colocador delantero y tres con el colocador zaguero (Palao et al., 2005), aspecto que también puede influir en el desarrollo de la transición.
Por tanto, se planteó el siguiente objetivo: valorar la efectividad del remate del receptor delantero en función de su participación en la transición recepción-ataque y de la rotación del equipo, así como en función de la interacción entre ambas.
Metodología
Materiales y métodos
Participantes
La muestra de este estudio estuvo compuesta por 29 partidos de máximo nivel competitivo jugados entre 2012 y 2016 pertenecientes a fases finales de Copa del Mundo (C.M.), Juegos Olímpicos (JJ.OO.) y Liga Mundial (L.M.) de categoría masculina. Se empleó un muestreo no probabilístico por conveniencia. Los partidos fueron escogidos en base a los siguientes criterios:
- Ser parte de las fases finales de una de las siguientes competiciones masculinas jugadas en el ciclo olímpico 2012-2016: J.O. 2012; L.M. 2013, 2014, 2015 y 2016; Campeonato del Mundo 2014 (W.C.); Copa del Mundo 2015.
- Que el partido estuviese completo online.
- Que la calidad de la imagen fuese igual o superior a 720 p.
- Que la perspectiva de grabación fuera predominantemente lateral.
Consideraciones éticas
La realización de este estudio fue aprobada por el Comité de Ética de la Investigación de la Universidad Europea con referencia CIPI/18/181.
Diseño y criterios de observación
El diseño observacional utilizado está ubicado en el cuadrante nomotético, puntual y multidimensional. Y los criterios de observación, en el correspondiente sistema de categorías (Anguera et al., 2011):
– Transición de la recepción al remate (TR) – Transición Sí (TRS): recibe y remata el mismo receptor; Transición No (TRN): el receptor que remata no ha recibido el saque.
– Rotación equipo en K1 (RT) – Fueron consideradas las 6 rotaciones en las que se desarrolla el juego, numeradas del 1 al 6 (RT1, RT2, RT3, RT4, RT5 y RT6) en función de la posición del colocador (Silva et al., 2016).
– Posteriormente, las rotaciones fueron agrupadas en función de Posición del Colocador (PC) – Colocador delantero (PCD): agrupa RT2, RT3 o RT4; Colocador zaguero (PCZ): agrupa RT1, RT5 o RT6.
– Rendimiento del remate (RR) – Para categorizar esta variable se utilizó una escala de 6 categorías, adaptada del Sistema Estadístico de la FIVB designado por la Comisión Internacional de Entrenadores en 1979, y basado en el propuesto por Coleman et al. (1969) y el sistema estadístico Schall (Palao et al., 2009) – Remate error (RRE) (0): el balón va fuera, no supera la red, o el árbitro considera que el rematador ha cometido alguna falta. Remate malo (RRM) (1): el remate es controlado por el equipo en defensa, y le permite reconstruir el juego con todas las opciones de ataque. También se considerará RRM si el remate es bloqueado y sigue en juego en campo del atacante y el apoyo no permite la reconstrucción de otro remate. Remate deficiente (RRD) (2): el remate es controlado por el equipo en defensa, y le permite una reconstrucción del juego con todas las opciones de ataque, pero con dificultad para efectuar primeros tiempos. Remate regular (RRR) (3): el remate es controlado por el equipo en defensa, y no le permite una reconstrucción del juego con primeros tiempos. También se considerará RRR cuando el atacante juega contra el bloqueo y el apoyo propio permite la reconstrucción de otro remate. Remate bueno (RRB) (4): el remate es defendido por el equipo contrario sin posibilidades de reconstruir un ataque (acción que en voleibol se denomina “free-ball”). Remate punto (RRP) (5): el balón bota en campo rival; toca bloqueo y el equipo defensor no puede continuar el juego (acción que en voleibol se denomina “block-out”); o el árbitro considera que algún jugador del equipo defensor ha cometido alguna falta en el momento de la defensa
Posteriormente, la variable rendimiento del remate fue agrupada en dos: rendimiento baja efectividad (ARB) agrupa: RRE, RRM y RRD; rendimiento alta efectividad (ARA) agrupa: RRR, RRB y RRP.
Ambos agrupamientos se realizaron con la intención de cumplir con las condiciones necesarias para realizar los posteriores análisis.
Procedimiento
Las acciones fueron registradas por un único observador con certificación y experiencia mayor a 5 años en análisis del rendimiento en voleibol y dirección de equipos. Se establecieron los criterios de observación con un manual de casos, incluidos los posibles casos dudosos. Con la intención de calcular la calidad de los datos, fue entrenado un segundo observador experto con las mismas cualificaciones que el primero. Tanto el análisis del acuerdo intraobservador (κ≥.928) como el análisis interobservador (κ≥.915) alcanzaron niveles de concordancia cuasiperfecta en todas las variables evaluadas.
Para el cálculo de ERKI se llevó a cabo la fórmula del Porcentaje de Efectividad (Coleman et al., 1969) adaptada al sistema descrito de 6 categorías:
Donde: Ef es Efectividad, Nº A5 el número de remates con valoración 5, Nº A4 es el número de Remates 4, y así sucesivamente.
Del mismo modo, se realizó el cálculo de la media aritmética de efectividad en función de los valores otorgados a cada una de las categorías, dividido por el número total de acciones.
Para registrar los datos se empleó el software LINCE, específicamente diseñado para el registro de datos observacionales en deporte (Gabin et al., 2012).
Análisis estadístico
Para informar de los resultados se utilizó la frecuencia, el porcentaje, la media y la desviación típica. Se comprobó la concordancia intra e interobservador con Kappa de Cohen. En primer lugar, para describir la efectividad del remate, se utilizaron las pruebas U-Mann de Whitney o H de Kruskal Wallis debido a la violación de los supuestos paramétricos. También se calculó la d de Cohen a partir de estos datos estadísticos para informar del tamaño del efecto. A continuación, se utilizaron 4 modelos de regresión ordinal de odds proporcionales para determinar la relación existente entre la variable criterio RR y las variables predictoras RT, PC y TR: modelo bivariado, modelo multivariable, modelo factorial y modelo de interacción. En todos los análisis, se analizó el cumplimiento del supuesto de proporcionalidad y se utilizó la razón de verosimilitud para comparar la precisión de los modelos y analizar el impacto de cada variable. Además, se calcularon los Odds Ratios e intervalos de confianza 95% para interpretar el efecto de las variables. Para evaluar la varianza explicada por los modelos se calculó la prueba Pseudo r2 de Nagelkerke. El nivel de significación se estableció en p < .05. El análisis estadístico fue realizado con IBM SPSS (versión 21.0 para Windows; SPSS Inc., Chicago, IL, EE. UU.).
Resultados
Se registraron un total de 3,687 acciones de remate en K1, de las que 1,284 fueron realizadas por el receptor delantero.
En la tabla 1 podemos observar la frecuencia y el porcentaje de remates del equipo en cada rotación y en función de la posición del colocador (53.78% PCZ; 46.22% PCD), así como la frecuencia y el porcentaje de remates del receptor delantero en cada rotación y de nuevo en función de la posición del colocador (32.02% PCZ; 38.09% PCD).
De las 1,284 acciones de remate del receptor en posición delantera, en tan solo 366 se produjo TRS. En el resto de acciones (n = 918) se produjo TRN, dado que el pase de recepción lo realizó otro jugador distinto al posterior rematador.
En la tabla 2 podemos observar la frecuencia y los valores de la media y desviación típica de la efectividad, así como el porcentaje de efectividad del receptor delantero con todos los datos agregados. No se obtuvieron diferencias significativas de RR en función de la RT, PC o la TR.
En la tabla 3, se presentan los resultados de frecuencia, la media y la desviación típica de la efectividad y el porcentaje de efectividad segregados en función de la existencia o no de transición. No se observaron diferencias significativas en la efectividad del remate en función de la rotación en las situaciones TRN (p =.096), ni tampoco en las situaciones TRS (p =.215). Tampoco se observaron diferencias significativas de la efectividad en función de la PC en las situaciones TRN (p =.433), pero sí en las situaciones TRS (p =.011), en las que se alcanzó mayor rendimiento con PCD. Por último, se observó mejor efectividad en la RT1 (p =.038), RT5 (p =.012) y en la PCZ (p =.002) cuando se produjo TRN en comparación con las situaciones TRS.
Para interpretar en un contexto multivariable las diferencias encontradas y para poder valorar las posibles interacciones entre la RT y la TR (variables predictoras), se construyeron regresiones ordinales. En ellas, el RR constituyó la variable criterio.
En la tabla 4 se muestran los resultados de las regresiones ordinales que evalúan la relación entre el RR y RT y la TR. En los modelos bivariados, no se observaron relaciones significativas entre RR y la RT (X²5=6.99; p =.222; r2=.006); ni tampoco entre RR y TR (X²1=2.89; p =.089; r2=.002). Sin embargo, se observaron pequeños incrementos de rendimiento de ataque en la RT2 (OR=0.37; IC95%=0.04; 0.71) y la RT5 (OR =0.4; IC95%=0.06; 0.75) en comparación con RT6. El modelo multivariable mejoró ligeramente las estimaciones, pero tampoco resultó significativo (X²6=10.34; p =.111; r2=.008). El modelo factorial mejoró las estimaciones, y resultó un modelo significativo (X²11=19,89; p =.047; r2=.016), por lo que decidió estudiarse la interacción entre la RT y la TR para facilitar la interpretación de los resultados. Esta interacción sugiere la importancia que tiene la TR en la efectividad del remate en algunas rotaciones. En particular, se consiguió mejor RR en la TRN*RT1 (OR=0.68; IC95%=0.11; 1.24), en la TRN*RT2 (OR=0.61; IC95%=0.06; 1.15), en la TRN*RT5 (OR=0.85; IC95%=0.29; 1.41), en la TRS*RT2 (OR=0.64; IC95%=0.01; 1.28) y en la TRS*RT4 (OR=0.65; IC95%=0.01; 1.3), siempre comparándolas con la TRS*RT6.
Tabla 4
Rendimiento del remate del receptor delantero en K1(RR), en función de la transición (TR) y de la rotación del equipo en KI (RT).
Por último, en la tabla 5 se presentan los resultados de las regresiones ordinales que evalúan la relación entre RR y la PC y la TR. En los modelos bivariados, no se observaron relaciones significativas entre el RR y la PC (X²1= 0.54; p =.462; r2<.001); ni tampoco entre el RR y la TR (X²1=2.89; p =.089; r2=.002). Tampoco se encontró un modelo multivariable significativo (X²2=3.47; p =.176; r2=.003). Pero, de nuevo, al evaluar el modelo factorial se observó una relación significativa entre RR y la interacción posición del colocador x transición (X²3=10.53; p =.015; r2=.009), lo que indica nuevamente la importancia que tiene la TR en el RR en algunas rotaciones concretas del juego. El estudio en profundidad de las interacciones demostró peor RR en las situaciones PCZ*TRS (OR=-0.51; IC95%=-0.89; -0.14) en comparación con las situaciones PCD*TRS.
Tabla 5
Rendimiento del remate del receptor delantero en K1(RR), en función de la posición del colocador (PC) y la existencia de transición (TR).
Discusión
El presente estudio compara la efectividad del remate de los receptores delanteros, en función de su participación o no en la transición recepción-ataque, y en función de la rotación del equipo; así como la interacción entre ambas.
La eficacia del remate es el mayor predictor del rendimiento en K1 (Marelić et al., 2004). Los remates deben adaptarse a las diferentes interacciones que se producen en cada una de las seis rotaciones (López et al., 2022), entendiendo cada una de las rotaciones como contextos diferenciados al inicio del K1 (Palao et al., 2005).
Sin embargo, al analizar la efectividad del remate de los receptores delanteros, no se observaron diferencias significativas en función de la rotación. Estos resultados coinciden con los aportados por otras investigaciones que analizaron el rendimiento del remate en K1 en voleibol masculino, aunque sin diferenciar el rol del rematador (Laios y Kountouris, 2011; Palao et al., 2005). Tampoco se obtuvieron diferencias significativas en el rendimiento del remate del receptor delantero, en función de la posición delantera o zaguera del colocador, a pesar de que en voleibol femenino y en categorías inferiores sí se han encontrado diferencias en el rendimiento global del remate en función de la posición del colocador (Đurković et al., 2008; Palao et al., 2005). Parece que la mayor efectividad de los remates zagueros en categoría masculina (Mesquita y César, 2007) y la mejora en la efectividad de este tipo de remate a medida que aumenta el nivel de los equipos, permite alcanzar un mayor equilibrio en el rendimiento de ataque entre las diferentes rotaciones; especialmente entre los equipos de alto nivel masculino mejor clasificados (Silva et al., 2016).
En el desarrollo de la secuencia de K1 se produce el encadenamiento de dos acciones de máxima dificultad motriz: la recepción y el remate. Aunque Rentero et al. (2015) no encontraron diferencia en el rendimiento de recepción en función del receptor, sí encontraron que cuanto mayor era la participación del líbero en recepción, mejor fue la clasificación del equipo en la fase final de los JJ. OO. masculinos de 2008. Esto apoyaría la idea de que el líbero ayuda a desarrollar mejor los sistemas de ataque al evitar situaciones de transición de los rematadores.
Diferentes estudios desarrollados en alto nivel masculino han considerado que la transición recepción-ataque del receptor delantero puede llegar a reducir la efectividad del remate en K1 (Afonso et al., 2012; Grgantov et al., 2018; Paulo et al., 2016; Valhondo et al., 2018). Además de la dificultad coordinativa del encadenamiento de ambas acciones, la transición puede generar un déficit temporal para la incorporación del receptor al ataque. En muchas ocasiones, el jugador se ve obligado a recibir en situaciones poco equilibradas e incluso en caída. En consecuencia, existe un porcentaje de acciones en las que la recepción puede generar una fatiga muscular previa que disminuya la capacidad de salto en el remate (Maraboli et al., 2016); e incluso inhabilitar al jugador receptor para poder incorporarse al sistema de ataque de KI (Marcelino et al., 2014). Esto provoca la aparición de un tipo de saque que busca interferir en la transición recepción-ataque, para reducir el rendimiento del receptor atacante o limitar las posibles combinaciones de ataque (Kitsiou et al., 2020). Pero no todos los saques dirigidos sobre un receptor que debe realizar la transición interfieren en su ataque, y quizás solo lo hagan los saques dirigidos a determinadas zonas de la pista. Así, parece ser que la dificultad aumenta cuando la recepción conlleva el desplazamiento del atacante a una posición alejada de la red (Afonso et al., 2012; Grgantov et al., 2018; Kitsiou et al., 2020); demasiado cercana, o interior al lugar de finalización del remate (Hurst et al., 2016).
En el presente estudio se obtuvieron diferencias cercanas al 9% al relacionar el porcentaje de efectividad del remate en función de la transición, aunque no alcanzó significatividad estadística. Parece que los modelos de juego de los equipos buscan soluciones al problema de la transición recepción-remate, y una de ellas es acortar la transición espacialmente, tal y como describen Paulo et al. (2016), al observar una tendencia a la aproximación del receptor delantero hacia la red, reduciendo su responsabilidad en el sistema de recepción. Otras soluciones son: la introducción del opuesto en el sistema generando líneas de 4 receptores, especialmente ante saques muy potentes (Ciuffarella et al., 2013); o diseñando esquemas de ataque en los que la distribución del colocador evite la elección del jugador que queda en mala disposición tras recibir el saque (Barzouka, 2018; Marcelino et al., 2014). También consideramos que el alto grado de entrenamiento de los receptores de alto nivel les permite reducir el posible impacto negativo de la transición sobre el rendimiento de su remate.
Sin embargo, al relacionar la transición con la posición del colocador y el rendimiento del remate, se encontró una efectividad un 19.4% inferior cuando se produjo remate con transición y colocador zaguero, con relación a cuando el colocador era delantero. Por otro lado, se encontró una efectividad un 19.6% superior cuando se remató con colocador zaguero y sin transición, en relación con los remates ejecutados con transición (tabla 3).
La interacción de la transición con la rotación del equipo provocó cambios significativos sobre el rendimiento y la efectividad del remate: con una mayor efectividad cuando no se produjo transición en RT1 y RT5; y con un mayor rendimiento de los remates en las acciones realizadas sin transición en RT1, RT2 y RT5, y con transición en RT2 y RT4 en relación con las acciones desarrolladas con transición en RT6.
La mayor frecuencia de envío de colocaciones a zona 4 se ha asociado tanto con recepciones excelentes que generan colocaciones rápidas (Barzouka, 2018) como con malas recepciones o colocaciones difíciles realizadas fuera de la zona de colocación ideal (Barzouka, 2018; Grgantov et al., 2018); y que permiten formar al rival con mayor frecuencia, bloqueos bien estructurados de dos o tres jugadores (Araújo et al., 2011). Con colocador delantero, el sistema de ataque posee un rematador menos en línea delantera, lo que incrementa el porcentaje de colocaciones enviadas a los receptores delanteros (PCD: 38%; PCZ: 32%). Por tanto, el hecho de que se obtuviera mejor efectividad del remate con transición y colocador delantero, al igual que en RT2 y RT4, puede estar relacionado con el envío de un mayor porcentaje de colocaciones provenientes de recepciones de mejor calidad. Sin embargo, el mejor rendimiento de la transición con colocador delantero resulta en parte contradictorio con lo encontrado por Araújo et al. (2011), que señalan una mejor estructuración del bloqueo con mayor número de bloqueos triples frente al receptor delantero, cuando el colocador es delantero.
Con colocador zaguero, el receptor delantero comparte la primera línea de ataque con el central y el atacante opuesto, y siendo este último un especialista en remate, es posible que los colocadores tiendan a enviar más colocaciones a los opuestos cuando han recibido los receptores delanteros, lo cual evita la transición. Y también que coloquen a los receptores delanteros que efectúan la transición más colocaciones procedentes de situaciones difíciles, especialmente cuando la recepción queda cercana a su zona de remate y resulta complicado enviar una colocación a otros jugadores.
En la mayor efectividad del rematador-receptor delantero en la RT1 y RT5 sin transición en comparación con transición sí, además de volver a considerar la argumentación ya expuesta en el párrafo anterior, debemos tener en cuenta que RT1 es la única rotación en la que el receptor delantero normalmente recibe en zona 1 y remata por zona 2. Por tanto, no es su zona habitual de remate, y la transición podría estar menos entrenada que la ejecutada por zona 4, que sí es su zona habitual de ataque. Además, la zona 2 se encuentra más cercana a la zona ideal de colocación (zona 2-3) que la zona 4, lo que disminuye el tiempo de vuelo del balón y puede limitar en mayor medida la disponibilidad temporal para realizar la transición del receptor delantero. López et al. (2022), empleando una muestra de alto nivel masculino, encontraron una frecuencia de saque superior a la esperada en RT1 sobre zona 1 y en la RT5 sobre zona 5, con la posible intención de dificultar la transición al atacante receptor delantero. Además, en el mismo estudio se encontró que en RT6 se produjeron significativamente más saques sobre el pasillo de zona 1 y sobre las zonas cercanas al colocador que sobre la mitad izquierda de la pista (zona 6-5). Sin embargo, el rendimiento de la recepción efectuada en el pasillo de zona 5 fue menor. Según los autores, esto podría estar relacionado con una posible descompensación de la estructura de recepción en RT6 al sobrecargar la línea de receptores hacia zona 1, lo cual obliga al receptor delantero a alejarse de la zona de remate (zona 4), lo que sería la causa del menor rendimiento en el remate cuando se da la transición en RT6.
Conclusiones
El rendimiento del remate del receptor delantero se ve afectado por la interacción que se produce entre la transición y la rotación del equipo en K1; ya sea estudiando las rotaciones de manera individual, o en función de la posición del colocador delantera o zaguera. En particular, parece que el rendimiento del rematador disminuye cuando se produce la transición y el colocador es zaguero.
Como aplicaciones prácticas, los resultados sugieren la necesidad de expandir la zona de intervención del líbero en los sistemas de recepción, para liberar a los receptores delanteros de esa responsabilidad en la mayor medida posible. Consideramos esta solución más aplicable al voleibol femenino, dado que se podrá realizar especialmente ante saques ejecutados a menor velocidad. Esta liberación permitiría a los receptores atacantes realizar una transición más rápida y sin contacto previo del balón durante la recepción. Este aumento en la responsabilidad espacial del líbero puede provocar la búsqueda de líberos cada vez más rápidos y con mayor envergadura. Además, aunque el voleibol pueda ser planteado y analizado como un conjunto de acciones aisladas, debido a la propia dinámica del juego resulta imprescindible el entrenamiento de acciones encadenadas, en las que el jugador sea capaz de mantener la efectividad en cada una de ellas. Y teniendo en cuenta la influencia de la rotación y la posición del colocador encontradas en el presente estudio, consideramos relevante que también se entrene la transición recepción-ataque de manera integrada en las diferentes rotaciones, siendo entendidas como situaciones iniciales diferenciadas.
Sería interesante en futuras investigaciones plantear este mismo estudio en voleibol femenino, y en etapas de formación.
Como limitaciones de este estudio, es posible que las tendencias de unos equipos puedan haber enmascarado las de otros, por lo que consideramos relevante el estudio individualizado de los rivales, valorando como afecta la transición al rendimiento del remate en cada una de las rotaciones.
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ISSN: 2014-0983
Recibido: 29 de octubre de 2021
Aceptado: 25 de marzo de 2022
Publicado: 1 de julio de 2022
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